La lectura es la materia prima de la escritura y la posibilidad de crear una obra que tenga belleza y profundidad o simplemente claridad, se basa en las lecturas que hemos hecho y lo que hemos aprendido de otros autores (sus palabras se vuelven las nuestras, se mezclan con nuestros pensamientos y experiencias).
Así se destila la escritura, como una refinación del pensamiento no sólo personal, sino del tiempo mismo.
Para muchas personas es más atractivo escribir, tiene más glamour –algo que quizás se deba a la inmadurez y al egoísmo–, pero grandes escritores nos dicen que la felicidad en realidad está en la lectura.
Jorge Luis Borges es especialmente fértil en este sentido: “la felicidad, cuando eres lector, es frecuente”. Y la célebre: “Que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído”.
Hay una frase contundente, que si no mal recuerdo es de Juan José Arreola, “Si no lees, no sabes escribir. Si no sabes escribir no sabes pensar”. Una sencillez aforística que debe ser el fruto de la labor intelectual de un buen lector.
Edmund Husserl escribe en su Lógica formal y Lógica trascendental: “El pensamiento siempre se hace en el lenguaje y está totalmente ligado a la palabra. Pensar, de forma distinta a otras modalidades de la conciencia, es siempre lingüístico, siempre un uso del lenguaje”. Así que si no tenemos palabras, si no tenemos lecturas en nuestra memoria que enriquezcan nuestro lenguaje, nuestro pensamiento será muy pobre.
Las personas toleran no ser buenos lectores, pero si se les dice que no saben pensar, esto lastima su orgullo y, sin embargo, una condiciona a la otra.
Así, la lectura es una herramienta de desarrollo fundamental. Y donde mejor se desenvuelve esta herramienta es en los libros, no en los pequeños artículos que dominan la circulación de la Web; el encuentro con el lenguaje merece un espacio de concentración –el medio es también el mensaje–, un encuentro a fondo con la mente de un autor que puede haber muerto hace cientos de años pero que vive, al menos meméticamente, en el texto que se trasvasa a nuestra mente.
Podemos también preguntarnos si es que existe o no la conciencia sin el lenguaje. Aunque una primera lectura de las filosofías de la India parecería indicar que para los pensadores que nos dieron el yoga y la meditación, la conciencia existe más allá del pensamiento lingüístico (que es, de hecho, todo lo que existe), como ocurre en los estados de absorción meditativa (jñanas), también se debe notar que en el hinduismo el universo es generado a partir de la letra A del sánscrito, de la cual también se deriva la sílaba creadora OM.
Posteriormente, en el budismo tibetano la letra A del alfabeto tibetano (parecida a la A del sánscrito) es también considerada una especie de fuente cósmica creativa, y se representa como emanando los cinco elementos en un thigle (bindu en sánscrito). Tenemos por supuesto la cábala, donde el universo entero es lo que se produce cuando se pronuncian los nombres divinos; la letra Aleph, tiene suprema importancia (como exploró Borges en su cuento, donde el Aleph es justamente como una especie de thigle o punto donde se encuentra la totalidad del universo).
Sin embargo, el mundo es creado con la letra Bet, con la palabra Bereshit, que David Chaim Smith traduce no como inicio, sino algo así como “inicialidad” (beginingness), para denotar la constancia de la creación, un acto perenne que no ocurre en el pasado, sino en el presente. En suma, el mundo se crea con la palabra y esto es así no sólo en una visión esotérica o religiosa de la realidad, lo es en nuestra vida cotidiana: sólo alcanzamos a distinguir las formas una vez que tenemos los nombres.De cualquier manera queda claro que la lectura como surtidor de las palabras que animan nuestra conciencia es un aspecto esencial de lo que es un ser humano que piensa el mundo. Podemos existir sin pensar, y a veces el pensamiento se convierte en un ruido que enferma la mente, pero en el pensamiento, con el poder de la palabra, tenemos una potencia divina. Como escribió Hölderlin:
Sin embargo, nos compete, bajo la tormenta de Dios,
Oh poetas, erguidos y con la cabeza descubierta,
Asir con nuestras propias manos el rayo de luz del Padre,
Y pasar, envuelto en canción, ese regalo divino a la gente.
Alejandro Martínez-Gallardo
Artículo escrito en octubre de 2016 en culturainquieta.com / web cultural líder en España que organiza un festival de festivales con el objetivo de democratizar y popularizar la cultura.
Lanzaron Plan Nacional de Lectura
El presidente Alberto Fernández lanzó a fin de año – en el Museo del Bicentenario – el Plan Nacional de Lecturas, que apunta a alcanzar a 10 millones de niños, niñas y adolescentes de nivel primario y secundario de todo el país y a fortalecer el trabajo de docentes y bibliotecarios.
“Este Plan busca volver a poner un libro en la mano de los chicos, volver a hacer que sus padres les cuenten los mejores cuentos y volver a entender lo valioso de la lectura y del que escribe”, afirmó el Presidente, y remarcó la necesidad: “el hábito de la lectura a los chicos, en tiempos donde la pantalla le gana al libro, es maravilloso y es necesario porque también es una forma de agilizar la imaginación”.
El mandatario y el ministro de Educación, Nicolás Trotta, detallaron los lineamientos centrales de este programa que se propone “garantizar 180 lecturas posibles para los 180 días de clase”.
Al respecto el titular de la cartera educativa manifestó: “Leer es un derecho y buscamos hacerlo efectivo”. Para tal fin se pondrá en marcha la reedición de la colección “Leer por leer”, destinada a escuelas secundarias y de adultos, y se producirá una nueva serie de antologías para cada año de la escuela primaria.
Las desiguales posibilidades de acceso a la cultura escrita, nos hablan de una dimensión de la pobreza: el 68,3 por ciento de los niños y niñas de 0 a 12 años que viven en contextos de mayor vulnerabilidad económica no tienen libros en sus casas.
Un Consejo Asesor, que será conformado por rectores, referentes literarios, editoriales y representantes de la comunidad educativa de las 24 jurisdicciones del país, será el encargado de definir los acuerdos representativos en torno a las colecciones, los textos y las obras que formen el acervo del Plan.
Además de estimular la lectura como una experiencia cotidiana y desde una perspectiva federal, el Plan se propone reactivar la industria editorial argentina, considerablemente afectada por la actual crisis económica.
Asimismo, estudiantes de todos los niveles podrán participar del concurso federal “Yo sueño, yo escribo”, que culminará con la publicación de una selección de cuentos y poemas.
El programa contará con una campaña de difusión en los medios de comunicación (“Una que leamos todos”) orientada a promover propuestas para leer en familia como forma de recuperar la lectura en los hogares y en el espacio público.
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