Los secretos del SAOCOM

El lanzamiento del primer SAOCOM (satélite de observación de la Tierra de la CONAE) en octubre de 2018, marcó un hito en la historia de la actividad espacial argentina. Cómo se desarrolló este proyecto que se inició hace casi 20 años y por qué es un logro inédito para la industria satelital,

Buscar Por

e

El 7 de octubre de 2018 fue lanzado desde California (Estados Unidos), el Satélite Argentino de Observación con Microondas (SAOCOM) 1A, el primero de dos artefactos gemelos pertenecientes a la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE). El segundo, el SAOCOM 1B, será lanzado este domingo. El proyecto es fruto de la colaboración con la Agencia Espacial Italiana (ASI) y formará parte, junto con los satélites italianos COSMO-SkyMED, del Sistema Italo-Argentino de Satélites para Gestión de Emergencias (SIASGE).

La finalidad de los SAOCOM es la medición de la humedad de los suelos y su aplicación en agricultura, hidrología y en la elaboración de mapas de riesgo de emergencias, como en el caso de inundaciones. También será útil para la detección y seguimiento de derrames de petróleo en el mar, embarcaciones de pesca furtiva y de hielos marinos que afectan la navegación.

Reverso de un panel de la antena durante una inspección posterior a un ensayo realizado por personal de VENG.

Con ese fin, cada satélite cuenta con un instrumento excepcional que lo hace una rareza mundial: un radar de apertura sintética (SAR) banda L (1 a 2 GHz) con el que puede tomar datos de la superficie terrestre para luego ser transformados en imágenes con una resolución de 10 a 100 metros y un ancho de barrido de 20 a 350 kilómetros. Además, la señal del SAR es capaz de penetrar hasta dos metros bajo la superficie del suelo, independientemente de las condiciones de luminosidad o atmosféricas, pudiendo observar de día o de noche, con cielos despejados o nublados.

Cada SAOCOM tiene un peso de 2.900 kilos, de los cuales poco más de la mitad corresponden a la antena del SAR. La altura de la órbita es de 640 kilómetros, de tipo polar heliosincrónica. Estos satélites no sólo son un nuevo salto cualitativo en la adquisición de capacidades espaciales por parte de Argentina, sino que su desarrollo y fabricación fue totalmente nacional y cerca de un 90% de su equipamiento es producido en el país.

La idea de realizar satélites radar nació en el año 2000 en la CONAE, la agencia espacial argentina cuyo recientemente retirado director, Conrado Varotto, llevó a ser la más exitosa de América Latina tras asumir su conducción en 1994. Antes, entre 1976 y 1991, Varotto había fundado y dirigido la empresa INVAP.

El desarrollo de los SAOCOM comenzó en 2010 y su fabricación tiene, junto con la CONAE, otros tres grandes protagonistas: la empresa VENG, firma pública con participación mayoritaria de la CONAE; la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) e INVAP. Del proyecto también participaron cerca de 80 proveedores, la mayoría pymes argentinas.

TSS recorrió las instalaciones del Centro Espacial “Teófilo Tabanera” (CETT) de la CONAE, donde también se desempeña VENG, ubicadas en Falda del Carmen, a 30 kilómetros de la ciudad de Córdoba.

Nicolás Costa de la Colina y Raúl Flores Gamboa, de la firma cordobesa Ascentio (proveedora de CONAE) en Falda del Carmen en la previa del Saocum 1A.

Empujar los límites

La CONAE comenzó su programa de satélites de teleobservación terrestre en la década de los noventa, en un principio con artefactos con sensores ópticos (como la serie SAC), tanto en el espectro de luz visible como en el infrarrojo. Sin embargo, estas técnicas presentan limitaciones por la nubosidad del planeta y por sus ciclos de día y noche. Eso hizo que, a finales de esa década, se empezara a pensar en desarrollar un SAR. El problema era que, en ese momento, no había conocimientos en la Argentina sobre esa tecnología. Varotto decidió avanzar en la adquisición de capacidades tecnológicas que no había en ese momento en el país y motivó a su equipo de trabajo para que se animara con lo que hasta entonces era desconocido.

El proceso de estudio fue largo y esforzado. Comenzó con la lectura de libros y revistas especializadas, y siguió luego con la asistencia a congresos y seminarios. En 2008, se sometieron los conocimientos acumulados a la evaluación de un comité de revisores internacionales. El resultado de la evaluación fue más que positivo y a partir de ahí se comenzó con la definición de los requerimientos para el diseño de los SAOCOM.

En 2011, se finalizó con los requerimientos y se inició la fabricación de los dos modelos de calificación que se harían antes de construir el primer satélite, el modelo de ingeniería y el estructural. El SAOCOM 1A comenzó a ser construido en 2013, para fines de 2017 estaba listo y se iniciaron los nueve meses de ensayos ambientales que finalizaron a principios del año siguiente. El primer día de agosto de 2018 el satélite fue embarcado en Bariloche en un avión Antonov An-124 para ser llevado al sitio de lanzamiento.

El diseño y la fabricación de la estructura de los siete paneles que integran la antena del SAR con sus elementos radiantes, así como los mecanismos de despliegue y retención, han estado a cargo de la CNEA, que también se ocupó de la integración de las celdas y el cableado de los tres paneles solares de cada satélite.

La cámara de-termovacío para ensayos de paneles del SAR.

El diseño y fabricación de los siete paneles que integran la antena del SAR con sus elementos radiantes, así como los mecanismos de despliegue y retención, han estado a cargo de la CNEA, que también se ocupó de la integración de celdas y cableado de paneles solares de cada satélite. VENG es el responsable de la fabricación e integración de los 140 Centros de Transmisión-Recepción (CTR) de la antena, las protecciones térmicas y los ensayos correspondientes.

INVAP, en tanto, tuvo a su cargo el diseño y fabricación de la plataforma satelital de cada SAOCOM, denominado “módulo de servicio”, en donde se alojan los equipos que se encargan de mantener las comunicaciones con tierra, al satélite orientado a la Tierra, la generación de energía y el control térmico. La integración final de todo el conjunto (módulo de servicio, antena del SAR y paneles solares), así como sus ensayos, también fue responsabilidad de INVAP.

El 1B en gestación

El SAOCOM 1B fue lanzado este domingo desde Cabo Cañaveral. En las instalaciones de la CONAE que opera VENG en el predio del CETT se trabajó sobre las estructuras de los paneles de la antena del SAR a fin de integrar cada componente que forma el instrumento radar y realizar los ensayos correspondientes del nuevo satélite.

El personal técnico que trabaja en VENG ha sido certificado por la Agencia Espacial Europea (ESA) para poder realizar las labores que tienen a su cargo y esa certificación debe revalidarse cada dos años. VENG diseña y fabrica las placas y las cajas electrónicas de la antena pero los componentes básicos, en general, se importan ya que por razones de escala técnica y económica existen muy pocos productores a nivel mundial de este tipo de dispositivos. Además, lo que se emplea en estos casos son componentes de calidad espacial.

La joya de los SAOCOM

Un SAR emplea su propio desplazamiento para generar una zona de emisión y recepción mucho más grande que el tamaño de su antena. Eso permite una capacidad de cobertura y resolución muy superior a lo que sus meras dimensiones física harían posible y esta es la razón por la que los SAR suelen ir embarcados en aviones o satélites y requieren del movimiento de sus plataformas de transporte para lograr su cometido.

El SAR de los SAOCOM tiene una antena de 35 metros cuadrados de superficie dividida en siete segmentos iguales (paneles), uno de los cuales, el central, está adosados el módulo de servicio y los otros seis (tres a cada lado) se pliegan sobre sí mismos a ambos lados de dicho módulo. De esta forma, el satélite puede ser guardado, transportado y lanzado. Una vez en el espacio, los paneles se despliegan y conforman una antena plana.

Además de la Argentina, sólo Japón, con los satélites Alos I y II, posee artefactos dotados de un radar SAR para la observación de la Tierra.

Cómo fabricar un SAR

La capacidad que debía tener el SAR determinaba que se necesitaba una antena de dimensiones importantes y con una estructura con una gran estabilidad térmica ante las rigurosas condiciones del espacio exterior. De lo contrario, si la antena se deformaba por la acción de la temperatura, su funcionalidad podía verse seriamente comprometida. Ello llevó a recurrir para su diseño y fabricación a la CNEA, que posee una importante área dedicada a los materiales compuestos, cuya dilatación térmica diferencial es casi inexistente.

La CNEA diseñó una antena con una estructura basada en una especie de “sándwich” formado por dos placas de fibra de carbono, que contienen entre ellas láminas de aluminio curvadas sobre sí mismas y que conforman un entramado parecido al de un panal de abeja (honeycomb). Este tipo de estructura brinda una máxima resistencia mecánica, con un mínimo peso y dilatación térmica.

Las soldaduras en las placas electrónicas se realizan a mano y luego inspeccionadas con microscopio y rayos X.

La CNEA también fue responsable del diseño y la fabricación de los elementos radiantes de la antena (por donde se emiten y reciben las señales del radar), las bisagras y los componentes mecánicos. Esa institución, a su vez, diseñó y produjo algunas de las herramientas para ensayar y calificar a la propia antena. El sistema de bisagras de la antena está hecho para operar en el espacio, en donde el peso de los paneles es casi nulo. Si tuvieran que soportar esa masa con la gravedad terrestre se romperían, y si hubiera que hacer bisagras que aguantasen esa carga serían demasiado grandes y pesadas para las restrictivas condiciones que debe cumplir un artefacto que va al espacio, donde cada gramo y cada centímetro cúbico cuenta y cuesta. Para salvar eso y, simultáneamente, poder probar el funcionamiento mecánico de la antena, se emplea una cama de colchón de aire hecha por la propia CNEA.

En el Laboratorio de Integración y Ensayos (LIE) de la CONAE se les sumó la electrónica, la pintura y se hicieron los ensayos de vibraciones, acústicos, de termovacío y de compatibilidad electromagnetica. El LIE, operado por VENG, tiene varias salas con grandes mesadas de trabajo denominadas “islas”. En ellas se une la electrónica, el cableado y las partes mecánicas a cada panel de la antena y se realizan distintos ensayos de vibración y ciclado térmico.

Aledaño a la zona de integración hay tres salas más para el pintado de esos paneles y uno de los recintos de esta zona es un horno para la preparación y el curado de las partes a pintarse. La cara externa de la antena, expuesta al sol, lleva una pintura blanca cuya finalidad es el control térmico de la misma. Esta protección es tan importante en cada parte del satélite porque la amplitud térmica que debe soportar simultáneamente puede variar desde los 100 grados centígrados en las parte expuestas al sol hasta los 80 grados bajo cerp en las que están en sombra.

La pintura que se emplea está elaborada con compuestos refractarios de cerámica y vidrio, entre otros materiales, que soportan hasta 1000 grados. El pintado se hace a mano, tanto por pulverización como por frotado, según el caso, y los procesos de curado pueden durar siete días. La precisión en la colocación de la pintura debe ser máxima: en el 85% de la superficie pintada el espesor de pintura no debe superar las 4 a 6 milésimas de pulgada.

La protección térmica se complementa con la instalación de mantas de aislamiento multicapa (MLI, Multilayer Insulation) que también envuelven al módulo de servicio. Un recubrimiento dorado y arrugado como una sábana metálica que puede observarse en gran parte de los artefactos espaciales.

Segmento de vuelo

INVAP es el contratista principal del segmento de vuelo de los SAOCOM y el responsable por el diseño, construcción y ensayo de la plataforma de servicio, que es el corazón de cada SAOCOM. Allí, entre otras cosas, se alojan los transmisores que envían a la Tierra los datos que recoge el SAR para que se realice el procesamiento. Esta tarea no se puede llevar a cabo a bordo del satélite porque ello obligaría a portar una computadora de dimensiones importantes y con un gran consumo de energía, algo poco práctico para un artefacto que debe ser enviado al espacio.

En el módulo de servicio también se encuentran los mecanismos de control y propulsión. Una vez separado del cohete que lo pone en órbita, el satélite queda librado a sus recursos. Lo primero que se debe lograr –y luego mantener– es la actitud (la orientación del satélite en relación a la Tierra y al Sol) para asegurar el apuntamiento de la antena y la correcta orientación de los paneles solares. Hay tres mecanismos básicos para lograr eso: las bobinas internas que emplean el campo magnético de la Tierra para generar suaves movimientos de rotación o inclinación del satélite, cuatro ruedas de inercia que giran permanentemente y hacen posible el movimiento de los SAOCOM sobre sí mismos, y unos pequeños cohetes llamados thrusters, que permiten hacer correcciones de la trayectoria orbital o cambiar el plano de inclinación.

Los SAOCOM son los primeros satélites argentinos que poseen thrusters en todas sus caras, por lo que maniobrarlo es mucho más simple que en artefactos previos como el SAC-D, que sólo tenía thrusters en uno de sus laterales.

El centro de control de misión y procesamiento de la información de la misión SAOCOM se encuentra en el Centro Espacial “Teófilo Tabanera”, en Falda del Carmen, Córdoba.

Industria argentina, futuro incierto

Según el cálculo realizado por INVAP, el proyecto SAOCOM ha implicado 3,5 millones de horas/hombre de trabajo, de las cuales 2,5 millones correspondieron a INVAP, y el millón restante a las demás instituciones y empresas participantes. Alrededor de 80 empresas nacionales colaboraron, y siguen haciéndolo, en diferentes instancias del proyecto, y unas 900 personas han estado abocadas a las distintas etapas del mismo.

La inversión en la misión SAOCOM, que incluye los dos satélites (1A y 1B) y toda la infraestructura desarrollada en el país para darles servicio, exigió una inversión de 600 millones de dólares y comprende un horizonte de trabajo a 30 años que incluye a otros posibles satélites futuros. Con esa inversión se lograron, además de los dos SAOCOM, la instalación de la nueva estación terrena de Tierra del Fuego, que brinda servicios de recepción y telecomando de satélites de observación nacionales y de otros países, con ubicación estratégica única en el mundo para el monitoreo de misiones satelitales. También el Centro de Control de Misión SAOCOM y el LIE, con capacidades de servicios tecnológicos certificados en calidad espacial para la industria nacional.

El interrogante que se formulaba en la fecha en que se realizaba este informe era cuál sería el destino de estos logros ante los dramáticos recortes presupuestarios que padecía el programa espacial argentino. Para el año 2019, a la CONAE se le asignó un presupuesto de 1.952 millones de pesos, similar en términos nominales al de 2016 y menor a los más de 2.400 millones de pesos de 2017 y 2018, en una actividad que tiene la mayoría de sus costos en dólares.

Mientras el SAOCOM 1B avanzaba en su línea de fabricación, se conoció que Servicios Tecnológicos Integrados (STI), una de las principales proveedoras privadas nacionales del proyecto, cerró sus puertas. Ascentio, otra de las empresas involucradas en el desarrollo y responsable de gran parte del software de los satélites y del segmento terrestre, redujo su personal. En ambos casos, los problemas para cobrar trabajos realizados y la falta de nuevos contratos fueron los motivos alegados para tales decisiones.

(Hoy, en medio de la pandemia y a pesar de aquellas restricciones presupuestarias, Argentina puso en órbita el SAOCOM 1B).

Por Carlos de la Vega / Agencia TSS – La visita a Falda del Carmen se realizó en 219.