Volver al aula “para no hacer nada”

Mauricio Fernandez Gioino

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Escucho a tantos comunicadores y tantos políticos decir “este año no hubo clases”, “se perdió el año”, e inclusive, refiriéndose a la educación o a las escuelas “este año no se hizo nada”. A mí y a todos los docentes nos enervan estos decires, no sólo por su falsedad sino por implicar indirectamente que para nosotros fue un año sabático. Pero particularmente me enoja porque verdaderamente me hubiera gustado, aunque sea un día, ir al colegio, entrar a un aula y “no hacer nada”. Como el 23 de octubre del 2019, el día de mi cumpleaños 29.

Ese día llegué al curso y me recibieron las chicas y chicos como siempre; algunos con un entusiasmado “¡hola profe!” y otros con un frustrado “ohh” que marca simbólicamente la transición del recreo a la clase. Saludo a algunas mientras otros van llegando, y yo acomodo el parlante que traje para poner música en clase (mi auto-regalo de cumpleaños, del cual ellos no están anoticiados). Ya casi se calma la marea de movimiento antes de comenzar y al bajar el bullicio, inicio el ritual con el saludo general: “hola chiquis” (mi saludo para ese segundo año), “vamos a arrancar”.

Será que a final de octubre ya asoma el fin de año y merman las energías, será que ese día hacía especial calor o será que alguna de las chicas sabía que era mi cumple, (o tal vez fue azar y espontaneidad), pero con absoluta coordinación se negaron a comenzar: “no profe”, “oh, profe, no”, “profe no hagamos nada”, “hace calor profe”.

Mi cara les anticipaba que no iba a ceder, ergo, redoblaron el pedido: “profe porfa, hoy no”, “estamos cansados profe” “dele profe, porfa, no hagamos nada”.

Suspirando, me dispongo a negociar pero a mi manera: “A ver chiquis, podemos hacer algo distinto; pero hacer nada, no. Hacer nada es mirar el techo o el pizarrón, sin moverse ni hablar. ¿Qué es ‘hacer nada’ para ustedes?”. Instantánea, Flor respondió: “y profe, hablemos de la vida”. Me sonrío. Viendo que la batalla tiene terreno ellas se entusiasman y Anabella acota: “O hablemos sobre las noticias”. Me sonrío más, y sin mirarles voy abriendo el cierre de la mochila. Les digo: “Ok, no vamos a hacer nada” -automático es el festejo- y yo sigo “pero lo vamos a hacer organizado” y saco de la mochila mis papelitos de colores (siempre a mano).

Empiezo a repartir uno rosa y uno verde a cada estudiante, “en el rosa escriben algo ‘de la vida’ que quieren que hablemos, y en el verde alguna noticia que les interese”. Les doy unos minutos, mientras algunos me consultan para ver si van bien orientados; junto los papeles y los voy leyendo mientras Lisandro va copiando en el pizarrón: “Hablemos del amor”, “hablemos de lo que pasa en Chile”, “hablemos de comida”, “hablemos de economía”, “hablemos de música”, etc. Puestos todos los temas, votamos uno de la vida y una noticia y arrancamos…

En esa clase, de ciudadanía, para las chicas y chicos “no hicimos nada”, pero al final les dejé en claro, que fue un regalo para mí como profe de ciudadanía: hablamos de conflictos sociales, hablamos sobre la concentración del poder, hablamos sobre estereotipos de belleza, hablamos sobre la violencia en el noviazgo, sobre la identidad y los gustos musicales, escuchamos música que a mí me gusta y que a ellos también, votamos, elegimos, nos expresamos, ejercimos derechos, nos abrimos al mundo y nos dejamos ser.

Así es como a mí me gusta “no hacer nada”. Así hubiera querido festejar mi cumpleaños de 30 este año, pero sólo tomé examen por videollamada y di una clase de consulta a un grupo que tenía retrasado un trabajo práctico.

Como tantas videollamadas hice, como tantas consultas atendí, como tantos trabajos prácticos corregí, como tantas planillas llené con cientos de devoluciones para que el preceptor reenvíe por WhatsApp y para que la directora pueda estar atenta al avance de cada chico y contactar a los que dan señales de desconexión o vulneración.

Todo eso hicimos y estamos molidos. Pero para la opinión pública “no hicimos nada”, casi como si disfrutáramos de esta situación. Ojalá pudiera pronto volver al aula y aunque sea el primer día, verdaderamente no hacer nada, pero como a mí me gusta y como a mis estudiantes también: hablando “de la vida”, aprendiendo desde el disfrute, cultivando la curiosidad y abriéndonos al mundo desde el aula a la que ellos me invitan y yo llego con mi parlante y mis papelitos.

Mauricio Fernandez Gioino

Licenciado en Ciencia Política