A comienzos de mayo, en el Centro Cívico del gobierno de Córdoba, se celebró una reunión con el fin de analizar los avances logrados en cuanto a la medición, reducción y compensación de la Huella de Carbono en proyectos de productores.
Entre los medios que cubrieron, el sitio https://www.argentinaforestal.com señaló aspectos sobresalientes que marcan una camino firmemente trazado en cuanto al uso de esta herramienta de gestión ambiental para contribuir a la mitigación del cambio climático.
Allí se presentaron los resultados del Programa Acciones Sustentables para la Industria, que es una iniciativa puesta en marcha desde la Secretaría de Ambiente, el Ministerio de Coordinación y el apoyo financiero del Consejo Federal de Inversiones (CFI). Tomaron la palabra representantes de IRAM Mediterráneo, del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI), la Mesa de Carbono Forestal Nacional, organizaciones certificadoras privadas y empresas que se encaminan a participar en el mercado de bonos de carbono. Desde el Ministerio de Servicios Públicos, expusieron sobre el funcionamiento de las subastas de certificados de carbono desplazado, que se iniciaron hace unos meses.
Para empezar por los conceptos más simples, comenzaría por decir que mejor hay que alargar esa frase y decir huella de dióxido de carbono. Así se hace más fácil la asociación con un gas con el que todos convivimos a diario y que participa de nuestra respiración. La intensidad de esa participación es tal que cada hora exhalamos aproximadamente 40 gramos de dióxido de carbono cada uno. Todos los animales y los seres humanos inhalan oxígeno y exhalan dióxido de carbono.
El dióxido de carbono es una molécula simple formada por 1 átomo de carbono y 2 átomos de oxígeno. A temperaturas normales, existe como gas. Bajo presión puede convertirse en un líquido, o a temperaturas muy frías puede ser un sólido (hielo seco). El dióxido de carbono es uno de los gases más frecuentes en la Tierra. En los hogares y las oficinas los niveles de dióxido de carbono se ven afectados principalmente por la respiración humana. Así como lo exhalamos lo inspiramos, está en el aire y no es tóxico, salvo que esté concentrado a tal nivel que desplace el oxígeno (y sin el oxígeno no podemos vivir).
¿Por qué entonces se puso tan en boga medir dióxido de carbono cuando intentábamos prevenirnos del Sars Cov 2? Porque es un excelente indicador de encierro. Y lo que se sabía era que había que estar en espacios lo más abiertos posibles, de manera de que se redujera la carga de virus en el aire que inhaláramos.
Cuando el dióxido de carbono se exhala, se mezcla con el aire circundante y, si la ventilación es buena, la concentración se reduce. Es fácil de medir. Los sensores son accesibles y hubo grupos de voluntarios que difundieron prototipos de bajo costo para ponerlos a disposición de escuelas, hospitales, oficinas. Una idea genial, creativa, que daba esperanzas. Aunque la OMS anunciara el fin de este flagelo, seguir haciendo estas mediciones puede reducir el riesgo de otras enfermedades que se transmitan por aire.
Las plantas capturan energía luminosa para transformarla en energía quimica que es indispensable para los seres vivos y en el proceso liberan el oxígeno respirable. El dióxido de carbono es captado por los estomas de las plantas y junto con el agua absorbida por las raíces y la energía solar, forma la glucosa que más adelante se transforma y hace que el carbono sea parte de otras moléculas vitales.
Las plantas necesitan del dióxido de carbono. Así que la naturaleza se acomodó a que en la atmósfera haya cierto nivel de este gas, lo que trajo aparejado que toda la vida se desarrolle plenamente como la conocemos. Gracias a este gas se produce efecto invernadero, y por eso la superficie de la Tierra en promedio está a 15 grados celsius cuando estaría a -15 grados celsius si no hubiera. Es una propiedad física de este gas, que se parece a lo que ocurre dentro de un auto con las ventanillas cerradas. La luz del sol entra, calienta el tapizado, el volante y ese calor que se reemite en forma de radiación invisible, no puede atravesar el vidrio y queda atrapado en el interior del habitáculo. Cuando entramos al vehículo notamos que no sólo está caliente el asiento sino que el aire está realmente cálido.
Para eso, los animales exhalan dióxido de carbono, una especie de devolución de favores a las plantas. Oxígeno por dióxido de carbono. Bueno, no sólo oxígeno, las cadenas alimentarias empiezan con consumo de derivados de la fotosíntesis.
Siendo que la población mundial alcanzó los 8.000 millones, la exhalación colectiva de dióxido de carbono de todos nosotros no contribuye significativamente a las concentraciones de dióxido de carbono en la atmósfera. Los seres humanos exhalan casi 3.000 millones de toneladas de dióxido de carbono al año, pero el carbono que exhalamos es el mismo que fue “inhalado” de la atmósfera por las plantas que consumimos o cuando comemos carne, seguimos comiendo el mismo carbono, sólo que éste pasa a través del ganado en su camino hacia nuestra boca y hacia la atmósfera en nuestra respiración.
Podríamos agregar todas las especies de la naturaleza y el balance se sostendría. La única manera de aumentar el carbono en la atmósfera es tomarlo de una fuente secuestrada, como los combustibles fósiles –donde ha estado a salvo de la atmósfera durante millones de años- y quemarlo. Y eso es lo que empezamos a hacer en una carrera alocada de consumo desde hace 150 años.
¿Metimos rápidamente más dióxido en la atmósfera y resulta que el efecto invernadero aumentó y de ahí el aumento de temperatura global con tantas consecuencias que incluso hemos mencionado en otras columnas? Entonces, el medir la cantidad de emisiones permite reconocer en qué cosas podemos ser más cuidadosos y consumir menos, cambiar formas de hacer las cosas para ser más eficientes, reducir viajes innecesarios. Un cálculo simple: 27 cuadras en auto es igual que tener el aire encendido durante una hora. 600 gramos cada una.
¿Entonces un humano trasladándose en un automóvil sí deja una huella de carbono? Así es, en su motor está quemando un combustible fósil. Así que hay un cálculo que permite relacionar un factor de actividad con el factor de emisión de dióxido de carbono y así asignar una cantidad de gramos generados por los traslados en automóvil.
Pero también dejamos nuestra huella de carbono sentados conversando, porque estamos usando energía eléctrica, que proviene mayoritariamente de centrales térmicas donde las turbinas generadoras de corriente eléctrica se mueven por la energía entregada al quemar combustibles fósiles.
También por la ropa que usamos, la silla en la que estamos sentados, los muebles del espacio, este teléfono que estoy usando o el micrófono o la antena de la radio. Todo, todo, ha usado energía en alguna parte de su fabricación y ya desde la extracción de la materia prima o su producción si fuera el caso. Y tendríamos para agregar a la lista, cuando hice una revisión de los resultados de cálculo de huella en un grupo numeroso de personas que viven más o menos con mi estilo de vida (no somos derrochones, sino más bien conscientes y cuidadosos), no logramos reducir la cantidad de dióxido de carbono a menos de 7 toneladas por año por persona.
La huella entonces resulta de hacer cálculos sobre los consumos, las fuentes de energía, la manera de uso, las distintas actividades. ¿Pero además se mide de manera directa el dióxido de carbono? Ese es un aspecto sobre el que comienzan a investigar durante la década de 1850, cuando establecen que un aumento en la concentración de CO₂ en la atmósfera puede provocar un aumento significativo de la temperatura de la Tierra. Sin embargo, no es hasta finales del siglo XIX cuando un científico calcula qué pasaría si duplicásemos la cantidad de CO₂ en el mundo. El resultado que obtiene es que la temperatura ascendería entre 4 y 6 grados.
Fue en 1958, cuando el científico Charles David Keeling coloca una serie de sensores en un volcán de Hawái para medir las variaciones en la concentración de CO₂ en la atmósfera. Lo que descubre es que el CO₂ va subiendo sin parar año tras año. El resultado ya lo conocemos: a medida que el CO₂ ha ido creciendo también lo ha hecho la temperatura global. Y aunque correlación no implica causalidad, en este caso todas las pruebas señalan a este gas como el causante principal del cambio climático (podríamos hablar de varios más, pero hoy nos hemos centrado en este en particular).

Charles David Keeling. La curva de Keeling mide el aumento en la concentración de dióxido de carbono, un gas de efecto invernadero, en la atmósfera terrestre.
Esas curvas de evolución de la concentración de CO2 con el tiempo, se llaman como curvas de Mauna Loa, por el Observatorio ubicado en este prístino entorno que mostró que la concentración de este gas subía sin haber activa ninguna fuente local. Se sigue midiendo aunque hubo muchos intentos por quitar todo financiamiento a esta estación de monitoreo.
Las mediciones a través de satélites son las más modernas que se sumaron al estudio de la dinámica del carbono, en 2014 en el caso de la NASA. El dióxido de carbono se mueve a través de la atmósfera de todo el planeta. El efecto de calentamiento que provoca es global. Hay animaciones de los resultados que muestran una visualización del CO2 deslizándose por las laderas de las montañas, a través de llanuras y de océanos. Estos mapas dinámicos realizados a partir de imágenes construidas con observaciones satelitales se usan para aprender de qué manera se intercambia el dióxido de carbono entre la atmósfera, las tierras y los océanos.
Las concentraciones de dióxido de carbono han aumentado en más del 40% en los últimos dos siglos, en gran parte debido a las actividades humanas. Aproximadamente la mitad del dióxido de carbono emitido por los humanos es absorbido por tierras y océanos. Saber qué tan rápido la tierra y el océano absorben dióxido de carbono ayudará a predecir qué tan rápido se calentará el planeta en el futuro.
Las mediciones son las que desencadenaron que estemos hablando de estos temas, a pesar de que hubo mucha resistencia a aceptar que las emisiones debidas a las actividades humanas sean las responsables de un marcado incremento de la temperatura global del planeta. El IPCC se creó principalmente porque las primeras evidencias medidas directamente indicaban que estábamos ante un grave problema. El cálculo contribuye a tener un verdadero inventario de emisiones, identificados sus principales responsables para buscar maneras de reducirlas y así mitigar el cambio climático.
Viviana Sbarato (educación ambiental y cambio climático)
Foto de cabera de Lantek